miércoles, 23 de julio de 2008

EL DEBATE DE LA CULTURA Y EL CONOCIMIENTO DEL SIGLO XXI

¿Por qué pensar los problemas de nuestro tiempo desde formas tan lejanas y probablemente tan caducas como las de los filósofos de la Antigüedad clásica? Esta pregunta hace menos de medio siglo hubiese sido considerada por un sencillo estudiante de filosofía, absolutamente absurda. Hoy requiere de una respuesta precedida por una larga explicación, debido a que el desprestigio de las humanidades, la malevolencia de la tecnocracia y la complicidad de ciertas corrientes de pensamiento, han hecho creer a nuestros jóvenes, en especial, y a los incautos, en general, que la filosofía clásica, la de los fundadores de Occidente, ya no tiene nada que decir al presente o que simplemente no es necesaria, pues solamente es un ornamento de eruditos pasados de moda.

Del pensamiento antiguo hemos recibido no sólo la herencia de la filosofía, sino la presencia de una serie de problemas sobre lo divino, el mundo y el hombre que son ineludibles para cualquier reflexión sobre el presente, cuyo desconocimiento más que una exhibición de ignorancia, conduce al pensador contemporáneo a guardarse de falsas originalidades y a evitar vivir su tiempo sin referentes, de manera brutal, haciéndolo menos vulnerable de los cambios y  de las circunstancias pasajeras.

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