lunes, 27 de octubre de 2008

«El periodismo debe molestar». Declara Philippe Dutilleul, director del documental "Bye Bye Belgium"

El presentador de un programa de actualidad de la televisión belga está a punto de anunciar un reportaje cuando, sin previo aviso, la conexión se corta y aparece el periodista estrella del telediario. Algo grave está pasando y su tono lo confirma al informar de que Flandes, la parte norte de Bélgica, ha declarado su independencia. “Bélgica ha muerto”, declara solemne. Así empieza y así se difundió en directo en 2006 Bye Bye Belgium, un documental que plantea lo que muchos belgas temen. Todo, sin embargo, era mentira. Tras media hora, un rótulo rojo lo deja claro: “Esto es una ficción”. Dutilleul es el autor de esta historia belga, como llaman en francés un chiste absurdo, aunque cuya ironía lleva a reflexionar.

Asustó a un país entero. ¿Cómo se puede engañar a esta escala?

Mi voluntad no era engañar a la gente, porque dejamos claro que se trataba de una ficción. El objetivo era abrir el debate sobre el fin de Bélgica y decidimos vivirlo en directo.

Le criticaron mucho.

Era normal que la gente estuviese enfadada, porque era en directo. Pero la opinión pública cambió y vio la iniciativa como sana. Los políticos también, porque se trata de un problema de fondo. Los que no cambiaron son los guardianes de una supuesta deontología periodística. El periodismo debe molestar, apuntar lo que más duele. Vivimos en una época de pensamiento único y la televisión se ve más como una herramienta para atontar. ¡Hay que resistir!

El filme muestra que se puede hacer creer cualquier cosa con cualquier imagen.

¡Claro! Uno de los objetivos del documental era que la gente ejerza su sentido crítico, que piense en lo que ve.

Aparecen hasta altos cargos belgas. ¿Cómo trabajó?

La pregunta era: “¿Cómo interesar a la gente sobre la dislocación del país?”. Pues, lo más sencillo era hacer como si pasara de verdad. El mejor formato para ello era el telediario. Dimos el guión a algunos políticos y aceptaron actuar. Son muy buenos actores, como los periodistas, porque les va la vida en ello.

En muchos momentos, uno no puede evitar reírse.

La película está llena de símbolos. Cuando se critica, el humor es muy importante. La independencia de Flandes llevaría a situaciones absurdas, como el desvío de aviones hacia aeropuertos distintos a Bruselas para evitar problemas de inmigración. La fuerza del documental es que mucha gente se rió.

¿Le presionaron para que apareciera el rótulo “Esto es una ficción”?

Fue por presión popular. Al principio, no queríamos desvelar nada antes del final, pero tras media hora de antena, nueve de cada diez espectadores pensaban que era de verdad. La dirección decidió poner este rótulo.

¿Qué permitió el filme?

Sensibilizó a los francófonos sobre las posiciones de los líderes flamencos y permitió escuchar a los moderados. Reveló un problema del que sólo hablaban los políticos.

¿Puede desaparecer realmente Bélgica?

Necesitamos ya una solución radical para que no pase.


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